No, no penséis que se me había olvidado hacer la crónica de esta etapa memorable, es que aun no me había recuperado; y fue grande no por su dureza, ni siquiera por su kilometraje, sino porque allí estábamos, los de casi siempre, enfrentándonos a todo tipo de accidentes geográficos, meteorológicos y etílicos, sobre todo a este último. Y es que la festividad del Santo Juan, la unimos a la memoria del Dios Baco y en comunión con el mar, el fuego, las viandas, las doncellas y, por supuesto el vino, dejamos que la noche nos confundiera.
Desde esta orilla admitimos y entonamos el "mea culpa" ya que "errare humanum est", pero no por dejarnos seducir por el placer y los vicios confesables, no; sino porque fuimos nosotros los del equipo eléctrico que deslumbró con un foco de mil vatios a todas las moragas de la playa y, no contento con ello, enchufamos un equipo de sonido con música de la Máxima hasta altas horas de la madrugada... aunque admítelo, tú anónimo lector: Tú estabas allí y... ¡DISFRUTASTE!
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